Alma Delia Murillo
25/08/2012 - 12:01 am
Para nosotras las mujeres: sexo
Hace una semana salí con tres amigas a tomar una cerveza, no me pregunten cómo pero de pronto ya estábamos en pleno anecdotario sexual. Todavía resuenan en mi pecho las carcajadas, todavía veo el brillo en los ojos que nos mantuvo por horas contando nuestros encuentros sexuales más memorables y horrendos. Y caí en cuenta […]
Hace una semana salí con tres amigas a tomar una cerveza, no me pregunten cómo pero de pronto ya estábamos en pleno anecdotario sexual. Todavía resuenan en mi pecho las carcajadas, todavía veo el brillo en los ojos que nos mantuvo por horas contando nuestros encuentros sexuales más memorables y horrendos.
Y caí en cuenta de algo: para las mujeres hablar es erótico, por eso nos contamos todo. Y cuando digo todo quiero decir todo. Desde los detalles tragicómicos hasta nuestra apreciación estética de los distintos penes que hemos contemplado muy de cerca. Porque puede que el tamaño sea irrelevante, pero la belleza sí que importa, cómo carajos no.
Antes de seguir y para que las mujeres que prefieren a las chicas no abominen de este texto, tengo que aclarar que las cuatro calientes que estábamos en el bar somos heterosexuales. Así que por favor no crean que concentro este relato en relaciones hetero por discriminación, es sólo que me enfoco en las experiencias que conozco.
A mis amigas no voy a exhibirlas, por eso las llamaremos señorita A, señorita B y señorita C. Yo soy yo, desde luego, pero mi desvergüenza es tal que no requiero de seudónimo.
La señorita A contó una historia sobre el mítico cubano legendario: mulato, enorme, metemano, hablantín y encantador. Cuando señorita A vio al morenazo decidió que si él quería, pasaría la noche con él. Y quiso, claro. Toda calentura requiere del mutuo consentimiento de las partes. Pero he aquí que ya cuando no quedaba una sola prenda de ropa sobre sus cuerpos, señorita A se asustó ante el inmenso tamaño del pene del cubano, le bastaron segundos para calcular que todo eso no le cabría sin lastimarla y emprendió una huida nada graciosa pero que le permitió regresar a su casa entera y respirar tranquila. No se pongan tristes: el romance no acabó ahí, después de la primera impresión vinieron otros encuentros y gracias a ese bendito invento llamado lubricante, podemos darle un final feliz a esta historia. Pero debo decirles que las cuatro coincidimos en que los penes enormes no son de nuestra preferencia.
La señorita B (que si ustedes vieran la carita de cervatillo inocente que tiene, no creerían toda la candela que trae bajo la falda) tuvo a bien relatar un intercambio sexual que acordó con una amiga. Las dos parejas, me refiero a señorita B con su respectivo y la otra amiga con el suyo, habían reventado hasta altísimas horas de la noche, los hombres cayeron primero y se fueron a acostar. Una hora después, a las chicas se les ocurrió alcanzarlos pero decidieron equivocarse de cama. No imaginan el desbordante placer con el que nos detalló el asombro de los susodichos incautos. El par de cabronas salieron airosas durante el desayuno argumentando que el alcohol altera los reflejos y baja los niveles de atención. Ups, perdón, es que somos muy distraídas, ¿quién quiere café?
Señorita C, experta en el dominio corporal, nos deleitó con los detalles incómodos del trío: resulta que no es tan sencillo si una de las tres personas es considerablemente más alta pues las otras dos tienen que hacer grandes malabares para acomodar el epicentro donde se debe. Ya ni hablemos de la diferencia de pesos, la falta de agilidad en los repetidos cambios de condón, las cabezas que chocan y se golpean durante los momentos frenéticos, la confusión de nombres y la espantosa sensación de doble responsabilidad por complacer a ambos integrantes de manera equitativa. Total que se estresó tanto que al final decidió quedarse en la banca y mirar el juego de los otros dos. Y lo disfrutó enormemente.
Y yo no les voy a contar mi anécdota sexual favorita porque prefiero reservármela para otra ocasión y porque tengo el ventajoso privilegio de ser la narradora. Pero a cambio y si aguantan hasta el final de este texto, les voy a recomendar unas pelis eróticas que siempre ayudan a incrementar el banco de imágenes para rescatarnos en esos momentos de sequía o de falta de inspiración.
Cuando llegó la última cerveza nos pusimos necias con aquello de revelar nuestras estadísticas. Ahí estábamos las cuatro repasando mentalmente los nombres de los compañeros sexuales, dábamos risa: ninguna podía concentrarse y había nombres que de plano no acudían a la memoria. Luego empezamos a considerar el riesgo de que se presentara la coincidencia infaltable y que dos de nosotras citáramos al mismo ex-amante. “Sí, sí, hermanas de leche”, dijo la señorita B con absoluta candidez y dando lánguidos pestañazos. Creo que nuestras carcajadas cimbraron a la ciudad entera.
Al final desistimos de la necedad de seguir con el recuento porque los amantes no pueden ser muchos ni pocos sino los que son, los que la vida va poniendo en el camino.
El gozo de todo lo que nos contamos me ha durado días y me siento profundamente afortunada de vivir así mi cuerpo. Hasta me he reconciliado un poco con la época en la que me tocó nacer y puedo ver las toneladas de ropa y de prejuicios que poco a poco nos hemos ido quitando de encima.
En ese sentido, el proyecto Ensamble Húmedo es un oasis pues para refrescar al cine erótico que sigue siendo predominantemente terreno masculino, ha traído a la ciudad de México y a Guadalajara una muestra de películas dirigidas por mujeres. Justo este fin de semana hay funciones y mesas de discusión que se antojan por el mero ejercicio vital de acercarnos al tema desde otro lugar. El domingo 26 de agosto es el último día, así que ¡corran!
Aquí podrán enterarse de qué van estas humedades y consultar la programación de la Muestra de Cine y Sexo, la mirada femenina http://www.ensamblehumedo.org/
Para terminar me permito sugerirles que no busquen al amor de su vida, ese llegará solo. Al orgasmo de la vida sí hay que buscarlo.
@AlmitaDelia
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